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El error con la calefacción que muchos cometen en diciembre: malgasta energía sin calentar más las habitaciones.

Mujer ajustando termostato mientras tres niños leen en el sofá con mantas y un perro en el suelo al lado.

Las luces están encendidas, los mince pies están en el horno y, en algún lugar de una casa adosada británica, una familia repite el mismo ritual de cada diciembre: se acerca al termostato, suspira al ver el número en la pantalla y lo sube “solo un poco más”.

Fuera, es de noche a las cuatro. Dentro, los radiadores silban, la caldera trabaja a tope y, aun así, la habitación nunca parece estar tan cálida como sugiere la factura.

En ese momento se percibe una frustración silenciosa. Te pones otro jersey, vuelves a pulsar el termostato y te preguntas si la casa está perdiendo calor en secreto por alguna grieta invisible. Los niños se quejan de que hace frío, el perro se acurruca aún más cerca del radiador y el contador inteligente avanza como un metrónomo, descontando tu saldo del banco.

Lo curioso es que el número con el que todos están toqueteando no es el verdadero problema.

El hábito silencioso de diciembre que dispara tus facturas

La mayoría piensa que la forma de vencer el frío es sencilla: cuando te congelas, sube mucho el termostato. Ese es el ritual de diciembre, repetido por todo el Reino Unido la primera vez que la escarcha aparece en las ventanas. El gran error es que eso no calienta tu casa más rápido; simplemente le dice a la caldera que siga funcionando hasta que la casa esté mucho más caliente de lo que probablemente necesitas.

Paso de “no siento los pies” a “¿por qué de repente hace aquí un calor abrasador?”, mientras mi consumo de gas se dispara en silencio. El termostato no es el acelerador; es un marcador de objetivo. Cuando lo giras de 19°C a 25°C, los radiadores no se turboalimentan por arte de magia. El sistema sigue calentando a su ritmo normal, pero durante más tiempo, quemando más energía de la que realmente exige tu confort.

En una tarde fría de diciembre, ese malentendido tan simple puede costarte más de lo que piensas.

Puedes verlo en cualquier calle típica de Leeds, Cardiff o Glasgow. Un vecino mantiene el termostato estable a 19°C o 20°C. Otro es de grandes cambios: la calefacción apagada todo el día y luego una subida enorme hasta 24°C nada más entrar por la puerta. Mismo frío fuera, misma casa, factura completamente distinta al final de mes.

Los expertos en energía han examinado este escenario durante años. Siempre ganan los hogares con ajustes moderados y estables. Un estudio de la Energy Saving Trust ha demostrado repetidamente que bajar tu termostato solo 1°C puede reducir notablemente la factura anual, sin sacrificar confort si te abrigas un poco más. Cuanto más “yo-yo” es el uso (apagado, luego muy alto, luego apagado otra vez), más veces tiene que arrancar la caldera, funcionando más y sobrepasando lo que te resulta cómodo realmente.

Lo peor es que la mayoría no es consciente de que hace esto. Resulta lógico: tienes frío, así que pides más calor. Pero en realidad estás pidiendo una temperatura final más alta, no que caliente más rápido.

He aquí la sencilla física detrás del error. Tu caldera y radiadores tienen una potencia fija: solo pueden liberar calor en tus habitaciones a cierta velocidad. Poner el termostato de 18°C a 28°C no duplica de repente la potencia del sistema, igual que apretar más fuerte el botón de un ascensor no hace que llegue antes. El agua de tus radiadores calienta a la misma velocidad y la casa se calienta según la misma curva aproximada.

Lo que cambia es el punto final. En vez de apagarse cuando la habitación alcanza, por ejemplo, los 19°C –lo cual para la mayoría, con un jersey, está bien– la caldera sigue hasta los 24°C o 25°C. Has pagado por calentar grados de más que tu cuerpo no necesita realmente. Y en una casa británica típica, donde el aislamiento es irregular, ese calor de sobra simplemente se escapa más rápido hacia la fría noche.

Por eso el giro del termostato en diciembre es un derroche silencioso de energía. Crees que solucionas el confort, pero en realidad estás pidiendo calor de sobra.

Cómo calentar más inteligentemente en diciembre sin vivir enfundado en un abrigo

La solución inteligente es sorprendentemente sencilla: elige una temperatura de confort realista y mantenla, en vez de jugar a la ruleta del termostato cada vez que notas un escalofrío. En muchas casas británicas, el punto óptimo ronda los 18°C a 21°C, según edad, salud y lo que corra el aire en la vivienda. La clave es la constancia.

Ajusta el termostato a ese nivel y utiliza programaciones para que la calefacción se encienda antes de que la necesites. Si llegas a casa del trabajo a las 18:00, prográmalo para que empiece a las 17:00 con la temperatura normal y no que suba a 24°C a las 18:15 porque tienes las manos heladas. Deja que el sistema funcione de forma constante en vez de a trompicones.

Si tienes mucho frío, prueba primero soluciones locales: un jersey más abrigado, calcetines gruesos o una manta eléctrica en el sofá gastan mucho menos que forzar toda la casa a modo sauna.

En el plano humano, aquí es donde surgen tensiones. Una persona en la casa siempre tiene frío, otra pasa calor y el termostato es un campo de batalla silencioso. Se ve en pisos compartidos, donde el que paga la factura baja la temperatura a escondidas, solo para ver que otro la vuelve a poner en “Tropical” una hora después. El hábito es tan emocional como práctico: subir el termostato da sensación de control.

En un día vulnerable –quizá está húmedo, sientes cansancio, las noticias son malas– es fácil pensar: “Me da igual, solo quiero estar caliente”, y girarlo al máximo. Eso no convierte a nadie en monstruo. Los precios de la energía han hecho del confort una cuestión moral, cuando el calor es una necesidad básica. El truco es entender el sistema lo bastante bien como para cuidarte sin sabotear tu factura.

Seamos honestos: nadie consigue hacerlo perfecto todos los días con disciplina absoluta.

Un asesor energético me lo dijo sin rodeos:

“Tu termostato no es un mando de volumen del frío. Si estás tiritando, lo que notas de verdad es el momento, no el número en la pantalla.”

Esa cuestión de los horarios es donde los pequeños hábitos marcan la diferencia. Cinco minutos revisando la programación de tu calefacción a principios de diciembre pueden cambiarte todo el invierno.

A nivel práctico, unos cuantos ajustes suponen mucho:

  • Mantén el termostato entre 18°C y 21°C y resiste la tentación de pasar de 22°C “solo por un rato”.
  • Usa horarios programados para que las habitaciones estén calientes cuando te levantas o llegas a casa, en vez de arrancar la caldera en frío justo al entrar.
  • Cierra puertas de las habitaciones que no uses, para que el calor que pagas se quede donde realmente vives.
  • Purge los radiadores una o dos veces por temporada para que el aire no atrapado dificulte el calentamiento.
  • Usa cortinas gruesas por la noche y ábrelas de día para aprovechar el calor del sol gratuito.

Cuanto más trabaje tu casa en segundo plano, menos sentirás la tentación de “rescatarte” con subidas bruscas del termostato.

El cambio de mentalidad que te mantiene caliente sin financiar a tu proveedor de energía

Detrás de los números y la jerga de calderas, esto es realmente una cuestión de expectativas. Muchos crecimos en casas donde la calefacción estaba a tope o casi ni encendida. Diciembre significaba “darte el capricho” de tener la casa realmente caliente en Navidad, y volver a tiritar en enero.

Esa relación de todo o nada con el calor es la que provoca el gran error de diciembre. Cuando la temperatura cae, perseguimos el confort como un momento puntual, en vez de como un fondo estable. Los hogares que se sienten cálidos y tranquilos, donde nadie va cada hora a toquetear el termostato, suelen ser aquellos donde los ajustes se pensaron una vez y no se tocaron más.

Todos conocemos a ese amigo cuya casa siempre está “en su punto”: ni horno, ni nevera, simplemente cálida. Rara vez lo ves ajustando el termostato. No es magia. Es un cóctel algo aburrido de buen aislamiento, temperatura estable, algo de burletes contra corrientes y hábitos que no cambian con cada ráfaga de frío. También es una mentalidad: el calor como compañía constante, no como emergencia.

Hace falta un pequeño cambio mental y puede resultar incómodo: aceptar que subir el termostato no calentará antes la habitación es como soltar un poco el control. Un domingo oscuro de diciembre, con vaho en las ventanas y la lista de tareas sin terminar, ese dial parece un alivio. Pero cuando entiendes cómo funciona el sistema, ese alivio se parece a un placebo.

La próxima vez que sientas la urgencia de subir el termostato, para un momento. Pregúntate: ¿es que hace frío de verdad, o que acabo de entrar y noto el frío de golpe? ¿La calefacción llevaba apagada mucho tiempo o es mi cuerpo el que necesita ponerse al día tras venir de la calle?

No hace falta que la respuesta sea perfecta. Solo un poco más sincera.

Punto clave: Termostato ≠ acelerador
Detalle: Subir la temperatura no calienta antes, solo calienta durante más tiempo hasta un punto más alto.
Interés para el lector: Evita el reflejo que infla la factura sin mejorar el confort real.

Punto clave: Estabilidad mejor que “yo-yo”
Detalle: Mantener una temperatura moderada y estable consume menos que cambios bruscos.
Interés para el lector: Permite estar caliente sin que la factura se dispare en diciembre.

Punto clave: Pequeños gestos, gran efecto
Detalle: Programar, puertas cerradas, cortinas, radiadores purgados.
Interés para el lector: Ofrece acciones concretas desde hoy mismo para reducir el consumo.

Preguntas frecuentes:

  • ¿Debo apagar la calefacción completamente cuando salgo? Si vas a estar fuera solo unas horas, una temperatura de mantenimiento (por ejemplo, 15–16°C) suele ser mejor que apagar del todo, especialmente con frío intenso. Así, la casa no pierde todo el calor y la caldera no tiene que hacer un arranque pesado y caro.
  • ¿Cuál es la mejor temperatura de termostato para la mayoría de hogares británicos? Para adultos sanos, muchos expertos recomiendan entre 18 y 21°C en las zonas de estar. Mayores, niños pequeños o personas con problemas de salud pueden necesitar el rango más alto.
  • ¿Ahorraré dinero cerrando los radiadores en habitaciones vacías? Puede ser, siempre que no generes problemas de humedad o moho. Mantén algo de calor de fondo si la habitación tiene paredes exteriores y cierra siempre la puerta para no arrastrar aire frío al resto de la casa.
  • ¿Es más barato dejar la calefacción baja todo el día? En la mayoría de casas británicas corrientes y con corrientes, no. Suele ser más eficiente calentar solo cuando lo necesitas, con buena programación. El calor bajo constante solo tiene sentido en viviendas muy bien aisladas.
  • ¿Un termostato inteligente ayuda realmente a reducir la factura? Puede ser, si realmente usas la programación y la zonificación. El principal beneficio es evitar el sobrecalentamiento y las horas de calefacción desperdiciada en estancias vacías, no solo tener un aparato bonito en la pared.

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