En toda Francia, millones de propietarios ahora se preguntan cuánto de lo que han construido realmente llegará a sus hijos. Los crecientes ingresos por el impuesto de sucesiones indican una recaudación más agresiva, mientras que los trucos legales se difunden de boca en boca y a través de las notarías.
El problema del impuesto de sucesiones en Francia: cuando la riqueza familiar se enfrenta a la presión fiscal
Entre los principales países europeos, Francia está casi en cabeza en cuanto a impuestos de sucesión. Las cifras hablan por sí solas. En 2010, los derechos de sucesión y donación recaudaron unos 8.000 millones de euros. En 2022, esa cifra había aumentado hasta 17.500 millones de euros, un incremento de aproximadamente el 120% en solo doce años.
Este aumento no solo afecta a grandes dinastías. Según el Observatorio de las desigualdades, alrededor del 87% de las herencias francesas implican patrimonios inferiores a 100.000 euros. Sin embargo, estos legados relativamente modestos siguen enfrentándose a un marco fiscal complejo y, a menudo, elevado.
Los impuestos de sucesión en Francia representan aproximadamente el 0,7% del PIB, más de tres veces la media europea del 0,2%.
Muchas familias sienten que pagan varias veces por lo mismo. La propiedad se grava en la compra, durante la tenencia y, a menudo, en la venta. Cuando la muerte provoca otra factura sustancial, el resentimiento aumenta. Esa tensión alimenta el creciente interés por la “planificación sucesoria” mucho antes de que se lea el testamento.
La estrategia clave: donar en vida, no tras la muerte
Detrás de la jerga legal se esconde una idea sencilla: transferir los bienes durante la vida en lugar de esperar a que se abra la sucesión. Ese enfoque adelanta el momento de la fiscalidad y, en algunos casos, elimina una gran parte de la misma.
Cómo funcionan en la práctica la nuda propiedad y el usufructo
El centro del sistema es un mecanismo del derecho civil llamado “démembrement de propriété” o desmembración de la propiedad. El bien se divide entre:
- Usufructo: el derecho a usar la propiedad y a percibir sus rentas.
- Nuda propiedad: el derecho a convertirse en propietario pleno una vez que termina el usufructo, normalmente al fallecimiento de los padres.
Lo habitual es que los padres conserven el usufructo y donen la nuda propiedad a sus hijos. Sobre el papel, los hijos ya poseen el futuro de la propiedad. Los padres mantienen el derecho a vivir en el inmueble o a recibir el alquiler mientras vivan.
Cuando los padres mueren, el usufructo desaparece y los hijos se convierten automáticamente en propietarios plenos, sin que ese bien tribute de nuevo en el impuesto de sucesiones.
Esto se puede aplicar de varias maneras:
- Los padres donan la nuda propiedad de un inmueble existente a sus hijos y conservan el usufructo.
- Los padres entregan dinero a sus hijos, que compran una vivienda; los hijos ostentan la nuda propiedad y los padres se reservan el usufructo.
- Los padres compran una vivienda directamente a nombre de los hijos, pero reservándose el usufructo vitalicio.
Cada una de estas opciones utiliza reglas fiscales y civiles francesas ya existentes, no esquemas exóticos. Hacienda valora la nuda propiedad en función de la edad del donante, según una tabla fijada en la normativa fiscal. Cuanto más joven es el donante, menor es el valor imponible de la nuda propiedad.
Por qué esto puede reducir drásticamente el impuesto de sucesiones francés
Hay dos palancas que hacen atractiva esta estructura. Primero, solo se grava el valor de la nuda propiedad en el momento de la donación, valor que puede ser significativamente inferior al valor total de mercado del bien. Segundo, una vez hecha la división, no se aplica ningún impuesto de sucesiones cuando el usufructo se convierte en plena propiedad al fallecer.
| Escenario | Momento de la tributación | Posible resultado |
| Sin planificación, se transmite la plena propiedad al fallecimiento | Al fallecimiento | Impuesto de sucesiones sobre el valor total del bien (después de las exenciones) |
| Nuda propiedad donada en vida, usufructo reservado | En la donación | Tributa sobre valor reducido según la edad; sin más impuestos al fallecimiento |
El dilema es claro: anticipar la transmisión y aceptar un impacto fiscal inmediato y limitado, o esperar y exponer a los herederos a una factura mayor y menos previsible.
La SCI familiar: el vehículo francés para una herencia organizada
Muchos notarios sugieren ir un paso más allá e introducir el inmueble en una “SCI familiar”, una sociedad civil inmobiliaria francesa. En vez de donar una parte de una vivienda, los padres donan participaciones de la sociedad que es propietaria del inmueble.
Este mecanismo suele funcionar así:
- La familia constituye una sociedad civil inmobiliaria (SCI).
- La SCI adquiere el inmueble; al principio, los padres suelen poseer la mayor parte de las participaciones.
- Los padres transfieren progresivamente participaciones a los hijos, a veces aplicando también el desmembramiento sobre las acciones.
Utilizar una SCI puede simplificar tanto la gestión como la transmisión, permitiendo a los padres mantener el control de las decisiones mientras vivan.
Es más fácil repartir participaciones que un piso o una casa. Esa flexibilidad es importante si varios hijos reciben distintas proporciones en distintos momentos. La SCI también permite establecer reglas claras sobre derechos de voto, gestión de alquileres y venta, lo que puede reducir futuros conflictos familiares.
El momento de la donación: por qué importa la franja de 61–71 años
La ley fiscal establece un valor de la nuda propiedad en función de la edad. Para los donantes de entre unos 61 y 71 años, el Código Fiscal francés valora actualmente la nuda propiedad en torno al 60% del valor total del bien. Por encima de esa franja, la parte atribuida a la nuda propiedad aumenta.
En términos sencillos: un padre de unos 65 años que dona la nuda propiedad de una vivienda tributa sobre un 60% de su valor, no el 100%. El 40% restante corresponde al usufructo que conserva. Cuando fallece, ese 40% no tributa de nuevo en sucesiones.
Para muchos hogares, esa década coincide con la jubilación, cuando las necesidades de ingresos, salud y vivienda se clarifican. Los padres saben mejor lo que pueden permitirse transmitir y tienen tiempo de organizarlo sin prisas ni presiones médicas.
Por qué retrasarse puede salir caro
Esperar a los ochenta a menudo eleva el coste fiscal de la misma operación. Al disminuir la esperanza de vida, Hacienda asume que el usufructo vale menos y la nuda propiedad más. Así, la base imponible para los hijos aumenta.
Por otro lado, donar demasiado pronto puede causar inseguridad. Un matrimonio de cincuenta y pocos años quizá no sepa aún si necesitará vender e irse a una vivienda más pequeña, ingresar en una residencia o apoyar económicamente a otro hijo más adelante. Una vez hecha la donación, suele ser fiscalmente irreversible. Revertirla puede generar un nuevo hecho imponible.
Los padres deben considerar la donación en vida como una puerta de sentido único: antes de cruzarla, deben tener claro cuáles son sus propias necesidades a largo plazo.
Asesoramiento profesional y errores habituales
La planificación sucesoria francesa está en la encrucijada de fiscalidad, derecho de familia e inmobiliaria. Un error puede suponer más impuestos de lo esperado o conflicto entre hermanos. Por eso, los notarios y abogados fiscalistas son clave para que estas estrategias funcionen realmente.
Pueden:
- Simular distintos escenarios y estimar el coste fiscal a lo largo del tiempo.
- Comprobar que las donaciones respetan la legítima de los hijos.
- Redactar cláusulas sobre quién puede vender, alquilar o reformar la vivienda.
- Avisar de costes ocultos, como tasas de registro o riesgos de valoración.
Las familias también deben ponderar otras consecuencias. Una donación puede influir en el acceso a ayudas sociales en el futuro. Puede complicar prestaciones asistenciales en la vejez o modificar la forma de tratar ciertas deudas. El ahorro fiscal no debe eclipsar estos factores a largo plazo.
Pensar más allá de los impuestos: necesidades de liquidez, equidad y ejemplos reales
La vivienda familiar suele tener una importante carga emocional. A veces, los padres quieren que un hijo se quede en la casa pero que los demás reciban un valor equivalente. Eso requiere combinar varias herramientas: uno hereda más nuda propiedad, otro recibe dinero, un tercero un seguro de vida.
Pongamos el ejemplo de un matrimonio de 65 años con un piso valorado en 400.000 euros y dos hijos. Podrían donar la nuda propiedad hoy. El valor fiscal de la donación rondaría los 240.000 euros (el 60% del valor de mercado). Usando las exenciones legales por hijo, su factura fiscal inmediata podría ser asequible. Si fallecen veinte años después, los hijos serían plenos propietarios sin tributar de nuevo por ese piso.
Sin planificación, los 400.000 euros entrarían íntegramente en la herencia al fallecer, aumentando la base imponible y generando fácilmente una factura mucho mayor. El momento de la operación no solo influye en el impuesto, sino también en la capacidad de cada hijo para comprar vivienda o invertir antes en la vida adulta.
Un último aspecto que a menudo se pasa por alto: el riesgo de conflictos familiares. Una donación o estatutos de la SCI bien redactados deben prever qué sucede si un hijo se divorcia, quiebra o quiere vender. Anticipar estos problemas suele ahorrar dinero y relaciones.
Para quienes enfrenten dudas similares en otros países con alta fiscalidad, el caso francés es una buena lección: la anticipación en vida, usando herramientas legales estructuradas y no donaciones improvisadas, puede cambiar radicalmente lo que reciben los hijos. La combinación adecuada de tiempo, estructura y asesoramiento profesional convierte el impuesto de sucesiones en un coste conocido y asumible, en vez de una desagradable sorpresa en el peor momento.
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